Entrevista a Verde Gil, chico trans y activista de los derechos LGBTIQ

 

1. ¿ En qué momento de tu vida te diste cuenta que te sentías diferente ?                   He sido en esencia la misma persona toda mi vida. Desde que tengo uso de razón he sabido identificar rápidamente lo que me gusta y qué es lo que quiero que forme parte de mi identidad - personalidad. Desde antes de la pubertad; los esquemas, conductas y gestos que prefería imitar eran ‘masculinos’. De manera innata escogía los juegos atribuidos a los varones e interactuaba más con los chicos que con las chicas de mi edad. Recuerdo que cuando estaba en 3er grado tuve que disfrazarme, en una obra de teatro navideña, de un pastor de ovejas, así que mi mamá me pintó una barba con maquillaje. Me sentí tan feliz por cómo lucía aquella barba que a menudo seguí pidiendo a mi mamá que me la pintara, cosa que ella no entendía ni concedía… 

 Luego, durante la adolescencia estos rasgos se fueron consolidando también en el ámbito sexo-afectivo, reproduciendo roles de la clásica masculinidad con mis parejas, que han sido siempre mujeres. Pienso que lo que para mí era absolutamente natural desde el comienzo (ser yo mismo) para los demás resultaba extraño. Empecé a sentirme diferente cuando mi entorno social me hizo entender que yo estaba ‘equivocado’ o fuera de ‘la norma’, tratando de encaminarme por senderos distintos a los que yo escogía. Esto sucedía a modo de señales provenientes de todas partes, algunas más sutiles que otras:  de la dependienta que me cuestionaba por qué quería probarme la camiseta de la sección de hombres, de las amigas que me reprochaban mi manera de sentarme o la jerga que empleaba, de mi madre que insistía en ponerme faldas cuando yo le decía que no, del amigo que me hizo bullying cuando supo que me sentía atraído por una chica... pero también venían señales desde un lugar meramente personal, muy íntimo y profundo, basadas en un desacuerdo con la corporeidad de mi género asignado.  Estas señalas salían a flote en forma de angustia y frustración.

Pero yo nunca me pregunté “¿Por qué si nací mujer no me gustan los tacones o pintarme las uñas?”. Desde siempre supuse que el mundo es híper diverso y existen mujeres y hombres totalmente fuera de lo convencional. Lo que me hicieron preguntarme los demás fue más bien “¿por qué el resto de las personas creen que está mal que yo sea así e insisten en que sea de otro modo?” Por suerte, los tiempos, las modas, los esquemas de masculinidad y feminidad han cambiado, y, actualmente, no prevalecen tantos estereotipos ni discriminación hacia ciertas diferencias… pero mi adolescencia fue una época muy dura por todo lo que me juzgaron, abochornaron, intimidaron, violentaron; por tantas decisiones absolutamente erradas que tomé solo con el fin de ‘encajar’. 

Fue a partir de los 13 años cuando empecé a sentir con mayor agudeza (además de la homofobia y la discriminación hacia la mujer que son típicas de nuestra cultura machista y heteropatriarcal) la disforia de género. Pienso que la disforia de género es algo muy distintivo, dictaminante, de las personas transgénero. Obviamente cualquier ser humano puede sentirse mal por cómo es su cuerpo o una parte de él (tener las orejas grandes, senos muy pequeños, el vello muy oscuro, calvicie, etc.) o por cómo los demás juzgan su estilo de vestuario (pasa frecuentemente con las tribus urbanas: emos, los rockeros, los repa, los durakos, etc.). Pero hay una gran distancia entre estas sensaciones negativas mencionadas (que suelen ser, además, contextuales o pasajeras) y la angustia persistente por el hecho de autopercibirse con una identidad de género (masculina/femenina) contrapuesta al sexo biológico de nacimiento (XX/XY). 

Esta disforia no sabía cómo explicarla ni a quién consultarla. Empecé a tener crisis depresivas por cómo mi cuerpo se estaba desarrollando; me costaba salir a la calle, interactuar... Me miraba al espejo y deseaba ver en mí atributos físicos de los hombres, además de rechazar los propios de un fenotipo de mujer. Esta angustia crecía, o mejor dicho, se subrayaba también durante mis relaciones sexuales. Busqué información en internet y empecé a leer informes serios, estudios, guías de ayuda, documentales y testimonios similares a los míos para comprender qué me estaba sucediendo. Un año antes de entrar a la universidad ya reconocía que era una persona transgénero, pero no lo declaraba públicamente porque tampoco tenía claro qué camino iba a tomar.

2. Fue fácil aceptar que no eras una chica ,que internamente eras un chico ,como te sentiste ?

Aceptarlo fue difícil. Fue mucho más difícil que aceptar que me gustaban las mujeres. Puedo decir, incluso, que declararme ‘lesbiana’ fue algo relativamente fácil porque mi familia lo aceptó de inmediato y porque yo no percibía mi orientación sexual como un problema u obstáculo. Pero darme cuenta que era trans sí lo ‘padecí’ como un gran problema. Ser trans implicaba enfrentar otra realidad mucho más compleja e incomprendida; suponía decidir sobre aspectos delicados con respecto a la modificación de mi cuerpo, con el objetivo de conferirme una vida más plena y armonizada. Es decir, cuando empecé a leer sobre la tansexualidad y a verme identificado con testimonios de personas trans, mi sensación no fue de paz o alegría, o vanidad; sino de preocupación, temor, estrés… y negación. Lo negué durante mucho tiempo. Fue como decirme “esto existe, ok, pero no me está pasando a mí”.  En un inicio opté por ignorar mi disforia y apostar por una vida de mujer lesbiana. Pero vivir detrás de esa máscara solo consolidaba mis complejos, tabúes, disforia y una especie de baja autoestima que era cada vez más difícil de levantar.

3. ¿ Cómo fue la actitud de tu familia y amigos al contarle cómo te sentías ?

Tanto mis padres como mis amigos me han apoyado incondicionalmente. Aunque era un tema extraño, se interesaron por comprenderme y aprender a reconocerme dentro del género masculino. Creo que al comunicarles mi condición de sujeto trans ellos también obtuvieron respuestas a preguntas que giraban sobre mi personalidad y no fue tan colosal la sorpresa.  

No en pocas ocasiones ellos se han disculpado conmigo por cohibir, cercenar, mi manera de ser desde la infancia a causa de los cánones que tenían configurados. Yo por supuesto que les condono ese daño, pues ellos creían que hacían lo correcto. El poco tratamiento de estos temas hace que la mayoría los padres no estén preparados para criar a sus hijxs exentos de estereotipos de género. Lastimosamente también hay familias que no aceptan nunca la diversidad de sus hijxs o se aferran a la idea de que es ‘solo una etapa de experimentación’.

4. ¿ Cuando decidiste dar el gran paso de cambiar de sexo ,que te motivo y te dió fuerza para tomar esa decisión ?

Decidí dar el paso hace ya más de dos años. Me motivó, primeramente, conocer la historia de Liam Duran Cardona. Durante una de las Jornadas contra la Homofobia y la Transfobia con sede en Santa Clara, vi la exposición de fotos de Liam, en el Mejunje, en la que aparecía él como sujeto fotografiado luego de haber transcurrido varios años con tratamiento hormonal. Su cambio era espectacular y sentí inequívocamente que eso era lo que quería para mí. Saber que en Cuba era posible lograrlo me dio una enorme esperanza. Fui a visitar a Liam en un viaje que hice a La Habana bajo una excusa inventada (en mi casa nadie sabía nada aún) con mi mejor amiga, y conversé con él para que me asesorase sobre los pasos a seguir para iniciar el proceso de transición mediante el CENESEX. Ese viaje me marcó para siempre, ver a Liam en carne y hueso me marcó para siempre… Pero no sería hasta varios meses después que me atrevería a dar el paso. Indudablemente lo que más me impulsó a dar el salto fue mi última relación amorosa formalizada. Estaba de la mano de una persona muy inteligente y empática, que sabía canalizar mi proceso de transición de la forma más liviana y natural; además de convertir los difíciles viajes a la Habana en paseos de brisas coralinas... Si no hubiera dispuesto de ese sostén afectivo, de esa confianza y compañía aventurera; si no hubiera contado con las herramientas de maduración que me aportó dicha relación de pareja; probablemente hubiera tardado varios años en acercarme al Cenesex para ‘dar el paso’.    

Leer sobre historias de personas trans que se sienten felices con sus cambios, también constituye un estímulo muy valioso cuando se inicia el proceso y todo parece ir más lento de lo deseado.


5. ¿ Cómo ha sido el proceso de cambio de sexo , como te has sentido en ese proceso y cuáles han sido los diferentes cambios producidos en tu cuerpo ?

Llevo 2 años y 5 meses con tratamiento hormonal. No me he hecho ninguna cirugía. El proceso es relativamente lento, pero los cambios se van profundizando con los años. El resultado es una sensación de liberación, de recuperación de la autoestima, de reedificación y de resemantización en el entorno social. Me he sentido aceptado por los demás y lo que más he procurado es que mi cambio sea asumido con naturalidad por quienes me rodean.  Creo que lo he logrado a base de no convertir la transexualidad en el centro de mi vida, de no alejarme de las esencias. La mayor parte del tiempo discurro sobre temas que no tienen nada que ver con la transexualidad, y esto no quiere decir que ignore la importancia de visibilizar el tema.

Me inyecto testosterona tres veces al mes. La adquiero mediante la farmacia a un precio ínfimo en comparación a otras regiones de Latinoamérica. Los cambios visibles que me han provocado son: engrosamiento de las cuerdas vocales (cambio en la voz), redistribución de la grasa corporal, incremento de la fuerza y de la proporción muscular, surgimiento de patrón de vello masculino (incluyendo la barba). Pero todavía mis cambios son muy incipientes, proporcionales a los de un muchacho en la entrada de la adolescencia. También el tratamiento detiene el período menstrual. Es bueno aclarar que la testosterona no modifica la estructura ósea, por lo que mi estatura no aumentará más de lo que es ya.

 6 .Te has sentido discrimado por la sociedad y las personas que te rodean ?

Realmente, me he sentido discriminado solo en dos ocasiones muy puntuales que prefiero no ahondar. La mayor parte del tiempo he sido absolutamente acogido por mi entorno, sin miramientos, sin juicios lacerantes…  así que considero que el foco de mi respuesta debe estar encima del lado positivo. Este año hice una publicación el Día de la Visibilidad Trans en Facebook donde cuento una anécdota esperanzadora: en el gimnasio al que iba, antes de la pandemia, mis colegas de la recepción me dieron un carnet con mis credenciales correctas (nombre: Verde Gil y género: masculino). Ellos lo hicieron sin que yo se lo pidiera. Cuando lo común hubiera sido que se rigieran por mi Carnet de Identidad, ellos prefirieron regirse por el respeto y la aceptación.

7. Qué le interesa a Verde Gil en el amor , como el amor se ha comportado contigo ?

Verde Gil tiene una visión del amor indefinido. Creo en el amor como una fuerza abstracta que se concretiza en distintos espacios de la vida. No existe una báscula que mida qué tipo de amor es el mejor o cuál de todos el más puro. Como todo sujeto occidentalizado, guardo las rémoras del ‘amor romántico’ en mi mundo interior, pero de ese modelo de ‘amor’ trato de emanciparme desaprendiéndolo, remplazándolo… No rechazo el sueño de una vida compartida, de hallar un copiloto de viaje, pero no me consumo en la búsqueda de copilotar…

8.Es fácil el proceso de cambio de sexo para un chico trans en Cuba ?

Mitad sí y mitad no. Es casi imposible si no se cuenta con información y apoyo, en primera instancia. En segundo lugar, para emprender el tratamiento se necesita asistir a varias consultas a La Habana, y no todas las personas tienen recursos económicos ni tiempo para desplazarse hasta la capital de forma asidua. Como tercer punto, en el caso de los hombres trans es muy difícil acceder a cirugías. Incluso la más simple, que es la mastectomía, se vuelve engorrosa en Cuba. Las causas exactas las desconozco, pero infiero que dentro de ellas se incluyen la poca experiencia de cirujanos plásticos en operaciones de este tipo y la poca prioridad que le da el sistema de salud a nuestros casos. 

Sin embargo, para acceder al tratamiento hormonal se sigue un ‘protocolo’ que no es complejo. Primero ocurren varias consultas en el Cenesex con especialistas en psicología; prosiguen una serie de análisis y estudios endocrinológicos; y finaliza con la asignación de las hormonas, que se compran a través del ‘tarjetón’ en la farmacia. En los dos años y medio que llevo de tratamiento hormonal solo he presentado complicaciones para comprar la testosterona dos veces, debido a la falta de la misma. Pero esta situación varía en cada territorio de país y conozco que en otras provincias han tenido más dificultades.

Menciono solo estas vicisitudes dentro del plano médico sin caer en el ámbito legal, pues también prevalecen vacíos jurídicos y administrativos que desprotegen a la comunidad trans cubana, impidiéndonos que el proceso de transición logre su concreción en otros aspectos como: el cambio de nombre en los documentos legales (mediante un mecanismo coherente a nuestros casos), o el uso del uniforme escolar/laboral acorde al género sentido.  

9. ¿ Qué mensaje le das a las personas que como tú ,se sienten diferente y tienen miedo a dar ese paso ?

Busquen información, reflexionen, interactúen con redes de apoyo de la comunidad LGBTIQ+ para orientarse a detalle. Interróguense en lo más profundo qué es lo que realmente desean, quiénes son y quiénes quieren llegar a ser, a qué renunciarían y qué no cambiarían jamás. No se guíen por moldes, después de haber sufrido la opresión de cánones oxidados no vale pena encerrarse en una nueva máscara. 

Cuando descubran las respuestas, no teman en caminar hacia delante. El camino puede llenarse de obstáculos, dilatarse, zigzaguear… porque el camino ideal no existe, ni hay un sendero igual a otro cuando de lo que se trata es de descubrirse a uno mismo. Lo importante es avanzar en el sentido que pauta nuestra brújula más sincera. Largo, corto, o mediano, ese es el camino correcto que nos conduce a la libertad.


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